PUBLICADO EN EL MUNDO 28/09/2011
Sevilla, 11 de la mañana. En una cafetería desayuna J., escolta del alcalde de la ciudad, un veterano agente de los tiempos de Soledad Becerril. Toma café ajeno a lo que ocurre no muy lejos de allí. En frente, Johnny, un vigilante de seguridad de unas oficinas de la Junta, conversa con algunos funcionarios que han salido a fumar un cigarrillo, sin imaginar lo que ocurrirá en unos minutos.
De repente, la tranquilidad se rompe.Voces de auxilio ponen en alerta a todos cuantos deambulan por la calle Jaén, muy cerca de la Plaza Nueva. El escolta del alcalde deja su café y sale corriendo del bar, y con ayuda de otros viandantes detiene a alguien que corre sospechosamente, perseguido por una mujer. Acaba de atracar una joyería.
No actuaba solo. Su compañero sigue corriendo por la calle Albareda, cuando un funcionario que fuma a las puertas de la Intervención General de la Junta de Andalucía lo zancadillea, lo que permite a Johnny placarlo como a un jugador de rugby que trata de escabullirse. En su ayuda acuden varios ciudadanos que lo inmovilizan hasta que, por fin, llega la Policía Local y los detiene.
La portavoz de la Policía explica que los dos detenidos son de nacionalidad estonia. Entraron en una joyería de la calle Jaén armados con pistolas simuladas y esprays de pimienta, con el que llegaron a rociar los ojos de una de las dependientas. En su huida se llevaron siete relojes de alta gama, valorados en unos 94.000 euros, pero olvidaron las armas.
Los dos atracadores son dos hombres de unos treinta años que, según explica la Policía, no opusieron resistencia cuando fueron apresados. Iban estrafalariamente vestidos, con sombreros y gafas oscuras, en un intento por ocultar sus rostros. El propio escolta del alcalde y la Policía Local atribuyen el mérito de la detención a la actuación de los ciudadanos.
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